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viernes, 18 de junio de 2010

ADIOS A JOSÉ SARAMAGO



Conmovedor, brillante y digno. Así es el legado que deja el Nobel portugués José Saramago, que ha fallecido hoy a los 87 años en su casa de Lanzarote. Saramago se ha ido acompañado por su mujer, Pilar del Río, a quien profesaba tal devoción que llegó a parar todos sus relojes a la misma hora en que la conoció, hace ya 25 años.

Se dedicó a la literatura porque no le gustaba el mundo donde le tocó vivir; con una gran conciencia política y profundamente implicado en los problemas del hombre, dotó a los personajes de sus novelas de dignidad y de historias conmovedoras que perseguían la reflexión. Saramago, uno de los mejores escritores del siglo, fue siempre un intelectual en defensa de lo que creyó más justo.

El mundo desvalido que tan bien retrató en sus novelas ha perdido a un gran narrador. Pero como él mismo dijo en una ocasión: "El viaje no termina jamás. Solo los viajeros terminan. Y también ellos pueden subsistir en memoria, en recuerdo, en narración... El objetivo de un viaje es solo el inicio de otro viaje".

4 comentarios:

  1. Supongo que él no nos díría adiós, sino hasta luego. No porque creyera que, en la consciencia, nos encontraríamos, sino porque ello entrañaría que le podemos encontrar en sus libros y algunas de sus actitudes. No políticas, sólo humanas. Hasta siempre, José.

    Port

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  2. Creo que la devoción era mutua. En una entrevista a Pilar del Río, ésta dijo:

    "... Lo que más aprecia de su marido

    La coherencia que tiene. Es que no hay posibilidad de distinción entre la persona y el escritor. Es un hombre de una sola pieza y es coherente de la mañana a la noche y de la noche al día.

    - Algún reproche.

    No. Que lo clonen.

    Creo que ambos se adoraban.

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  3. Creo, amig@s, que era bastante más que un escritor. Era un referente ético para la sociedad.
    Volvería a leer "Todos los nombres" y "Ensayo sobre la ceguera".
    Debo confesar, también, que algunas de sus obras se me cayeron de las manos: nunca entendí por qué prescindía en ellas de los signos de puntuación.
    Llama también poderosamente la atención cómo su propia vida o la de su familia roza la literatura: su abuelo, sabiendo que iba a morir, fue abrazando uno a uno a los árboles de su huerto y despidiéndose.

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  4. Hoy sostenía en mis manos algunos libros del autor, que inteligentemente colocan ahí las librerías, preguntándome por qué no he leído nada de Saramago.
    La falta de puntuación me produce una especie de horror vacui; es como asistir a la redacción de un alumno de lengua acostumbrado a escribir mensajes de móvil.
    Sin embargo, tomo nota de "El ensayo sobre la ceguera", del que creo existe una adaptación cinematográfica.
    Abraz@s

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