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domingo, 25 de noviembre de 2012

A MIS AMIGOS DE LA NIEVE


Se acerca una fecha muy especial.  Este foro La nieve cumplirá su cuarto año en menos de un mes, en concreto el 16 de diciembre. Es una cuenta atrás que quisiera iniciar con la carta que me envió la semana pasada una de las personas que, de forma sigilosa y sin dejar huellas, nos ha seguido a lo largo de la mayor  parte de este tiempo.
 

¿Lo habéis probado? Nada de spas, ni cámaras sin ecos, nada de habitaciones oscuras con paredes aisladas,… no, nada de eso, el lugar más relajante de todo el orbe está en cualquier paraje solitario nevado y en un día de niebla.
Supongo que eso cruzaba por la cabeza de Aster, cuando le daba al magín durante la gestación de vuestro blog. La Nieve debía ser un lugar blanco y plácido. Un territorio donde no hay ruidos, todo es silencio si no te mueves; no hay luces, todo es un único color mientras la niebla no despeje; nada huele, sólo hay rocío –agua pura - en el interior de la nariz; la lengua no capta nada y sólo el tacto, en el blanco, aterciopelado y frío nival, es estimulado por la temperatura y la humedad del blanco abrigo, al igual que el papel virgen que empuja a escribir en él.
Quedaos estáticos un rato, quietos ante la hoja ó la pantalla. Sin tocar, sin oler, a ciegas, a puerta cerrada,… y antes de poner la primera tecla, sentid el silencio ominoso de la nieve.
Todos recordamos la primera nevada, quizá sea el recuerdo más remoto que yo tengo. Era un elemento nuevo y, para casi un bebé, constituyó todo un desafío tocarla. Mi madre intentaba que no saliese a la calle.
Aquella fue una gran nevada, de las que entran en el recuerdo colectivo y se asoman, de vez en cuando, a las sobremesas de invierno.
La gente que vive de la tierra y de sus frutos, dice siempre que la nieve, en las fechas adecuadas, es el mejor sistema de riego que existe. La nieve aísla de las heladas y se funde empapando el terreno profunda y pausadamente.
Seguro que todos recordáis vuestro primer texto, calentito, fragante, primoroso,… Ese primer relato, que está enmarcado en vuestros recuerdos y era como un pastel recién horneado. Como pisar la nieve por primera vez.
Después, cada entrada, cada poema, cada cuento,…, es un reto superado poco a poco, letra a letra, frase a frase,…, que invade y arrasa el silencio de la hoja en blanco.
Seguid escribiendo; escribid en La Nieve. Sobre fondo, os leemos.

El saber que alguien al leernos ha sido capaz de escribir estas sentidas palabras es una más de las múltiples razones por las que siga mereciendo la pena caminar y seguir construyendo puentes por esta pista helada.
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viernes, 16 de noviembre de 2012

Diágooglos





Nuevas formas de imaginar; maneras nuevas de escribir.

domingo, 11 de noviembre de 2012

LA CEGUERA DEL AMOR


Juan Carlos se había incorporado a trabajar en la sucursal de uno de los grandes bancos de la capital para cubrir una baja por jubilación anticipada. Dando tumbos, como un copo de nieve libre al viento, había rodado por trabajos mal pagados e inferiores a la categoría que poseía. Solo le reconfortaba la experiencia que había ido cogiendo en su trato cara al público, faceta en lo que presentaba más carencias. Con una personalidad bastante retraída, se había pasado todo lo que recordaba de su vida preparándose para labrarse un futuro bien asentado económicamente y en ello se había presentado en los treinta y ocho años. Por lo que sobresalía, ante todos los que podían romper la barrera  de protección por el mismo elegida, era por ser, además de tímido,una persona entrañable y honesta. Totalmente engullido en la misión de ir adaptándose al trabajo que se le presentaba por delante, no se fijó en una joven que, sentada en el departamento de enfrente, ejercía las tareas de auxiliar de administración. Entre ambos, la zona de paso y las mamparas transparentes, parte del mobiliario funcional del banco.  Con el paso del tiempo, se fueron sucediendo  miradas furtivas y las justas palabras como compañeros de trabajo.
Una mañana el director del banco les pidió que con gran premura preparasen juntos un informe de riesgos sobre un cliente. A lo largo de ese intervalo de tiempo casi infinito, los círculos de ambos estuvieron en una intersección mágica que exhalaba una multitud de sentimientos largamente contenidos. A punto de terminar el encargo, un par de folios resbalaron hacia el suelo. Juan Carlos tras recogerlos, y a causa del nerviosismo por la cercana presencia de Cristina, su compañera, no calculó distancias y al incorporarse se pegó un gran golpe en la cabeza contra la esquina de la mesa. Un doloroso quejido, el gesto automático de llevarse la mano a la cabeza y un ligero mareo, que intentó controlar tras comprobar que la palma de su mano estaba inundada de sangre, llevó a que su compañera le agarrase del brazo. Inmediatamente le sugirió ir a los lavabos para valorar la magnitud del golpe. Por el corto camino, tembloroso y titubeando, le confesó que era muy cobarde. Ya enfrente del lavabo, ella le aconsejó que se quitase las gafas para proceder a lavarle la herida  con abundante agua. Mientras Cristina procedía a ello, él se lamentaba que además estaba casi calvo. Tras comprobar que todo había sido un amplio rasponazo  habiéndose llevado por delante bastante superficie de piel, su compañera le animó a mirarse para que se relajase al ver que lo ocurrido no había sido para tanto. Juan Carlos, enfrente del espejo y cada vez más angustiado, le dijo que era muy cegato y que sin gafas no veía casi nada. Se puso las gafas. Pudo comprobar que, a pesar de lo aparatoso del golpe, la secuela simplemente era una gran marca superficial por cuyos poros seguían brotando puntitos de sangre. Cristina acudió a por el botiquín de urgencia y procedió a desinfectarle con disolución iodada. Entonces ella le aseveró que, afortunadamente,  había sido un incidente de poco alcance. Le miró y no le vio muy convencido. Le confesó que  bastante tenía con sentir las miradas sobre él cuando viajaba en el metro por sus exageradas orejas de soplillo para que además ahora también le mirasen por la gran postilla que le iba a salir en medio de la calva. Ella, intentando tranquilizarle, le dijo que mirándole de frente apenas se le apreciaba. Juan Carlos, tan callado que había sido siempre, en esta ocasión parecía tener respuesta para todo ¿Pero tú no te has dado cuenta que somos muy bajos? ¡Todo el mundo va a poder ver mi herida desde las alturas! A Cristina le embargó un momento de gran ternura mezclado con esas sensaciones que había percibido en el estomago desde tiempo atrás cada vez que adivinaba la mirada de su compañero escondida tras sus gafas de gordos cristales. Consideró que aquel era el momento para hacer lo que tantas veces había imaginado. Se acercó a él y ambos se fundieron en un apasionado beso.


El amor es el deseo de estar al lado de la otra persona para olvidar las respectivas soledades, buscando en ella no quien es si no quien hemos imaginado haber encontrado y con el tiempo poder conseguir que el pálpito de ambos corazones confeccione la partitura de la melodía que se necesita para caminar con ritmo por el rumbo que nos va llevando la vida.

 
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