Las previsiones meteorológicas anunciaban un domingo espléndido. Muy temprano y con madrugada fresca-3ºC de temperatura-iniciábamos en coche el recorrido de cincuenta kilómetros que nos separaban de el mismísimo centro de la Reserva de la Biosfera de Urdaibai. Situado en la carretera que une Gernika y Bermeo, este iba a ser el punto de partida de una visita guiada que nos iba a permitir conocer las características de dos ecosistemas muy diferentes, ambos separados a un kilómetro escaso de marisma que debíamos proceder a cruzar.
A las diez, reunido el grupo de veinte personas dispuestas a hacer el itinerario, partíamos con dos monitores desde el Centro de la Diversidad de Euskadi sito en Busturia. Media hora de marcha nos separaba del primer ecosistema, el bosque encinar cantábrico. Una parte del camino la efectuamos por el trazado del camino real. Algunos tramos de la antigua calzada han conseguido sobrevivir a la presión humana y forman un valioso ejemplo de patrimonio vial. Mercaderes y peregrinos caminaron por estas vías, cobijados a la sombra de las parras de donde se extraía el txakolí. Los Señores de Bizkaia acostumbraban a usarlo, camino a la iglesia juradera de Santa Eufemia en Bermeo, en el trayecto que conocemos como ruta juradera.
También tropezamos dos miliarios en forma de paralelepípedo. Se colocaban en el borde de las calzadas para señalar las distancias cada mil pasos, es decir, cada milla romana, lo que equivale a una distancia de aproximadamente 1.481 metros. Pensaba sacar fotos de los mismos a la vuelta pero volvimos por otro recorrido para evitar una fuerte pendiente de subida.
Os diré que comenzamos la marcha con la bufanda y el anorak puesto. Quince minutos bastaron para empezar a desprendernos de la ropa, a modo de capas de cebolla. Esto fue debido, por un lado al acaloramiento por el esfuerzo-pagamos el precio de los excesos de mazapán-, por otro lado, al sol que no nos quiso abandonar en todo el día e iban notándose sus caricias.
Llegábamos por fin a Txatxarramendi, islote de mayor tamaño que encontramos en el estuario de la ría de Mundaka. Un gran puente lo comunica con el núcleo de Sukarrieta, permitiendo el acceso a las playas que lo rodean así como al parque botánico que alberga. En el interior del parque encontramos un pequeño recorrido por el encinar, donde numerosas placas nos ayudan a identificar las especies más representativas de este ecosistema, así como las especies avícolas que lo habitan. Una larga charla por parte de una de las monitoras nos aclaró el porqué de la existencia del bosque encinar-originario de lugares pobres y secos-en nuestros terrenos ricos y húmedos. Estos encinares, localizados fuera de su óptimo climático, necesitan un sustrato con cierto grado de aridez, por lo que se refugian en los roquedos calizos debido a su alta permeabilidad que deja filtar el agua de lluvia. Todo el islote es roca caliza por lo que en la distancia se observa perfectamente el bosque encinar.
En el islote un pequeño embarcadero permitía que una panga de transporte- pequeña embarcación a motor de fondo plano y sin proa que se usa para el transporte carga y de personas- nos desplazase, dejando Busturia atrás, a través de las marismas de la ría de Mundaka hasta llegar al otro ecosistema a visitar, la Playa de Laida. La panga tiene la ventaja que al llegar al arenal puede levantar el motor y atracar directamente en él.
Tras el desembarco procedíamos a dirigirnos a la zona protegida de dunas.
Recorrimos toda la playa e in situ, con la población de Mundaka al fondo, recibimos las explicaciones sobre el proceso de recuperación de dunas. Se plantan especies como el barrón que se caracteriza estabilizar las arenas debido a fuertes y extensos sistemas de raíces. Estas fijan la arena y la hierba actúa como filtro que retiene a los sedimentos. Este sistema de recuperación está evitando que la playa de Laida desaparezca debido al arrastre del bravo Mar Cantábrico. También recibimos explicaciones sobre la diversidad de la fauna marítima y, más en concreto, el tipo de moluscos. Contaminación también fue un punto de los expuestos.
Dando la vuelta entera a la mayor de las dunas pudimos ver la profundidad de las raíces y el gran tamaño de la misma. Esto ya garantiza que la desaparición de la playa no es un peligro.
Con el zoom, a lo lejos podéis divisar la isla de Izaro-que conoceréis todos gracias al cine-. En su abandono nos espera para otra de las excursiones. De momento, sólo las gaviotas la habitan.
El piloto de la embarcación, cuando volvió en nuestra busca, nos dio nociones básicas de pesca con caña y sobre la normativa del uso y disfrute de las playas.
De nuevo embarcábamos para proceder al retorno, no sin antes haber comido el bocadillo para reponer energías. Unos lo llevábamos en la mochila y otros acudieron al restaurante próximo a la playa.
Como imagináis, en el trayecto de vuelta empleamos más tiempo que a la ida. El paso del día iba haciendo mella en nuestras fuerzas. Inserto una foto con la panóramica de nuestro itinerario desde la inmejorable atalaya de la ermita de San Pedro de Atxarre.
Ya de vuelta al Centro de la Diversidad de Euskadi, y tras despedirnos de los monitores, tuvimos la oportunidad de disfrutar de la exposición “LOREAK ASMATZEN: Naturalistas europeos en el País Vasco”. La misma recoge, a lo largo de una serie de paneles en dos recintos diferentes, la coincidencia a mediados del siglo XIX en el País Vasco de dos amantes de las plantas: Petit de Meurville y Pietro Bubani. Se muestra nuestra flora decimonónica desde los puntos de vista científico y artístico, al tiempo que se da a conocer el contexto histórico y el interés por el estudio y el disfrute de los Pirineos que se desarrollará de manera destacada en esta misma época.
Para terminar, voy a poner música a esta entrada. Mi incondicional pareja de tantas excursiones decidió que una grabación de Albert Hammond, que le había grabado un compañero de trabajo, nos acompañase en el viaje de vuelta a casa. Esta canción creo que recoge el resumen de un día maravilloso. Os puedo asegurar que abrimos camino sintiendo el soplo de la brisa del mar azul. Creo que hasta casi llegamos al otro lado del sol.
Alicia, qué crónica tan interesante. Se nota que está escrita por quien sabe transmitir cultura. He disfrutado con este viaje que empezó con frío, continuó con playas, dunas y vegetación; para seguir por la sombra de un encinar impropio del litoral húmedo y fértil y acabar, más por el interior, al "Otro lado del sol". Precioso. Felicidades.
ResponderEliminarUn beso.
Alex
Daría cualquier cosa por ser un bocadillo en vuestras mochilas.
ResponderEliminarLo que más me ha gustado de vuestro viaje, Alicia, es el viaje en barco y esa camaradería que se os nota. Me recordáis cuando, de pequeño, iba con mi padre a pescar.
Gracias por compartirlo.
Un abrazo.
¡Alex! Qué ilusión me hace que los sonidos de las olas del nuestro bravo Mar Cantábrico y la bella música de Albert Hammond hayan llamado tu atención a lo que simplemente pretende ser una exposición de las sensaciones de un itinerario a lo largo de un día francamente bien exprimido.
ResponderEliminarRealmente el estudio de la flora también es capaz de darnos lecciones. Y justamente la del bosque encinar cantábrico es una de ellas. Hasta del suelo más arido se pueden recoger frutos.
Lo de la canción fue casualidad. Según la iba escuchando en el coche, decidí buscarla en Youtoube al llega a casa. Por suerte la encontré.
Alex esta vez si que tengo bizcocho de nata. A ti te toca poner ¿el moscatel?
Un abrazo.
Jose Antonio, me siento afortunada de tener a mi lado a una persona que cuando digo ¿Vamos? Rápidamente me contesta "Dime cuando y adonde". Eso es una ventaja ya que, aunque de tierras cecanas, soy muy aventurera.
ResponderEliminarLo de la panga fue muy curioso. Saltamos directamente al arenal y, por cierto, el piloto nos habría dado una buena novela de haberle podido traer a casa en la mochila.
Gracias a ti por ser parte de mi público.
Alicia, cada vez tus crónicas son más antojables. Procuras satisfacer cada uno de nuestros sentidos, logrando dejarnos al final con el deseo de que no termine la travesía.
ResponderEliminarTener un compañero listo y dispuesto es en verdad un privilegio.
Un abrazo de encino.
Sergio Astorga
Sergio, supongo que al transcribir la crónica algo se nota que mi búsqueda es la de satisfacer primeramente a mis prpopios sentidos. Contándolo me alegra inmesamente que también llegue a los vuestros. La vista, fue todo un cúmulo de colores debido a ese cielo que no dejo entreveer ni un atisbo de nube que abrigase al sol. El oido, por el camino nos acompañaron los trinos de los pequeños pajarillos, el susurro del mar que en esta ocasión estaba en calma, las sirena solitaria de un barco, la algarabía de los pequeños jugando en la playa. El gusto, todo supo salado. El olfato, el olor del bosque de eucalipto y el salitre del mar fueron los predominantes. Del tacto me quedo con la mano de mi pareja en los tramos más complicados del itinerario y a la hora de descender del barco.
ResponderEliminarUn abrazo la mar de salado.
Genial tu crónica, Alicia. Me ha encantado cómo describes vuestro itinerario, no dirás que eres una simple aprendiz cuando nos encandilas de ese modo con tus palabras. Por cierto, una crónica escrita después de recorrer zonas preciosas que no conozco del País Vasco, así que me lo apunto para cuando pueda ver esos sitios tan especiales.
ResponderEliminarUn abrazo.
Otra de tus espléndidas crónicas, Alicia...supongo que sería un bonito proyecto editarlas todas juntas en un libro...Todo se andará, nunca mejor dicho, ya que eres bastante "andariega y exploradora". Tus crónicas son ya un clásico en La Nieve. Un abrazo marinero.
ResponderEliminarAlicia, veo que al final conseguisteis pasaje para el barco...es una suerte que siempre te quede un hueco, en la mochila, para todos nosotros.
ResponderEliminarEres una cronista de primera, no me cansaré de decírtelo. No falta ni un fragmento a esta crónica tras el sol. Nos anuncias la primavera con los colores, los olores, los sonidos...Por las imágenes fue un día estupendo. Gracias por compartirlo.
Besos y abrazos.
Armando, sabes que bebo de tus fuentes en lo que respecta a las crónicas. Con respecto al litoral vasco, tranquilo porque os queda toda una vida por delante para recorrerlo. La verdad es que es precioso y tienes rincones paradisiacos. Solo espero que la flora autóctona no desaparezca por culpa de las plantas invasoras traídas de otros países. Hay fundamentalmente dos que están acabando con nuestras plantas. Pero eso lo dejo para otra crónica cuando haga un itinerario exclusivo sobre ese tema.
ResponderEliminarUn abrazo.
Emilio, no te haces ni idea la de libros que hay con los diferentes itinerarios a poder realizar por costa y por montaña por el País Vasco. De hecho el primero que compré fue uno de itinerarios por áreas recreativas-ya sabes mesitas, asadores, columpios, fuente y todo enclavado en plena naturaleza-. Nos las recorrimos casi todas cuando los chicos eran bebés. Ahora que ellos son independientes-y nosotros también- somos más arriesgados.
ResponderEliminarMe siento muy cómoda con este tipo de entradas. Es como disfrutar doblemente.
Un abrazo.
Plas, plas, plas. De verdad, Alicia, que cuando he terminado de leer la crónica he sentido ganas de aplaudir. Maravillosa excursión, muy bien contada y mejor transmitida, que no es lo mismo. Me vas abriendo el apetito de hacer salidas por mi entorno, ahora que ya vamos de cara a la primavera.
ResponderEliminarGracias por compartir tu vida.
Un abrazo.
Mari Carmen, pues hubo suerte con el tiempo y pudo salir grupo. La semana anterior estaba previsto hacer el recorrido hasta el observatorio de aves y se tuvo que suspender porque sólo había cuatro personas dispuestas.
ResponderEliminarEl día fue plenamente primaveral, disfrutamos un montón. Recordé la diferencia entre estuario y delta. Y también entre Parque Natural y Reserva de la Biosfera…El campo estaba repleto de flores amarillas y chiviritas y ¡Estamos en enero! Sin embargo ya ves como ha cambiado y parece que vuelven las nieves. Vamos que nos encontraremos en nuestro ambiente.
Un abrazo.
Maribel, nosotros el fin de semana que sale bueno nos escapamos. Son salidas de día pero ayudan a que el invierno se haga más llevadero. De veras que yo vuelvo físicamente cansada pero mentalmente liberada de lo acumulado durante la semana. Hubo momentos en que directamente me hubiera quedado sentada mirando el paisaje y no hubiese necesitado más para ser feliz. El disfrute de la naturaleza estoy convencida que es una buena medicina así que ya sabes, mochila, bocatas y bebida y a buscar lo que aun os queda por descubrir.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias a estas entradas Alicia, La Nieve se "airea" un poquito. Son una hermosa ventana a lugares privilegiados como el que describes. Seguro que ya lo conoces pero hay un punto, muy crequita de Akorda, desde el que puedes tener una perspectiva aérea de la zona: San Pedro Atxerre.
ResponderEliminarUn abrazo.
Aster, conozco ese itinerario. Tienes toda la razón, es la atalaya perfecta para contemplar el estuario de la ría de Mundaka. Desde Akorda hay algo más de cuatro kilómetros y es un recorrido de algo más de una hora. Los valientes y los que practican Mountain Bike (BTT)lo hacen desde la misma playa de Laida.
ResponderEliminarInserto en la crónica la panóramica que se puede disfrutar desde ese lugar privilegiado.
Gracias por tu aportación.
Un abrazo.