YA EN LA CALLE LA ÚLTIMA EDICIÓN DE LA NEVERA, EL LIBRO ABIERTO EN EL QUE PUEDES PARTICIPAR.

viernes, 23 de julio de 2010

Frase perdida



Crédito de la imagen

Me perdí en un cruce de palabras


Fito y Fitipaldis
, Antes de que cuente diez.


Le dejé muy clarito que no pensaba llevármela a morir a casa -le escuché decir a quemarropa a una mujer por el móvil.
Me está costando extraerme esa bala -digo... esa frase- perdida. Parece, además, de mucho calibre y temo que me explote dentro mientras intento desactivarla o alojarla, al menos, en el hueco menos vulnerable de mi cuerpo; o de mi alma.

Cuidado -mucho cuidado- ahí afuera, amigos.

4 comentarios:

  1. Aster, la primera vez que escuché esa frase me sentí desolada y extrañada. Hoy, tras veintiún años trabajando en Basurto, sé que el calibre de la bala, perdón, de la frase es menor de lo que parece y que, como casi todo en la vida,...es relativa.

    Gran reflexión convertida en relato o gran relato convertido en reflexión.

    Besos y un fuerte abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Aster, tenía dos opciones ante tu propuesta.

    La primera seguir el sentido al qué nos dirigías y decirte que podías haber sido un contertulio perfecto en los actos de Gijón. Retomo una de las frases vertidas para justificar de alguna manera esa frase perdida, “la cruel realidad no se cambia escribiéndola, acaso ayude a entenderla un poco mejor y como escritores ese es uno de los compromisos que debemos adquirir, si no escribir no tiene sentido”

    La segunda, tras la que me he aventurado con mayor énfasis, era buscar el resto de las frases perdidas. Ya me dirás qué opinas. Bien podría haber sido algo así.

    MUY CLARO
    La madre en las escaleras del metro, al otro lado del teléfono móvil. Era una llamada que podía presagiar desacuerdo. Cuando los deseos de un hijo están de por medio, bastantes veces, el puente entre los miembros de la pareja se tambalea.
    Padre: Me ha llamado Pablo para contarme lo del hallazgo. Cariño, a mi no me parece mal que nuestro hijo se la traiga a casa, dice que está indefensa y sola.
    Madre: A mí también me ha llamado hace cinco minutos para pedirme permiso ¿No entiendes que aunque intentemos alimentarla, debido a las circunstancias, es difícil que sobreviva? Yo ya “le dejé muy clarito que no pensaba llevármela a morir a casa”
    Padre: ¿Y qué podemos hacer?
    Madre: Decirle a Pablo y a sus amigos que dejen esa cría de gorrión en un lugar resguardado cerca del punto del sendero dónde la han encontrado y que prosigan con la excursión. La madre se encargará de seguir alimentándola al oír sus píos. Si se la trae a casa lo más probable es que se nos muera. Acuérdate de aquella aventura parecida que pasamos cuando apareció por casa con aquellos tritones. Tuvimos que salir pitando a devolverlos a su charca.
    Padre: Vale, le voy a llamar y se lo comento. Me acabo de acordar de aquella lagartija. Jamás supimos que fue de ella cuando se le escapó por la habitación. Y de aquel grillo que molestaba a los vecinos con el cri-cri nocturno. Por cierto ¿No te parece que debíamos pensar en un hermanito para Pablo?

    ResponderEliminar
  3. Seguramente, Mari Carmen, la vida nos lleve a decir -y a hacer- cosas que ni siquiera imaginamos y, que en su momento, nos resultarán perfectamente justificables.
    Gracias. Un besazo.

    ResponderEliminar
  4. En fin, Alicia: tu relato le quita muchísimo hierro a la frase de marras e incluso le suma una moraleja.
    Gracias, compañera.

    Un abrazo. Aster.

    ResponderEliminar