viernes, 1 de octubre de 2010
Ecuaciones
Le debía mucho a Don Félix, el profesor de filosofía que le enseñó los silogismos. Cursaba por entonces Bachillerato y quería aprender a nadar. Todos los hombres, chaval, flotan. Tú, Julián, eres un hombre. Tú, flotas –pensaba Julián asomándose temerosamente al lago.
Aquella forma de razonar le había guiado desde entonces por la vida y le había consolado: Todos los hombres se equivocan, Julián; tú eres un hombre; tú –de vez en cuando- te equivocas.
Hasta su hijo había utilizado con él aquella argumentación cuando Julián presentó el primer episodio de Alzheimer: Tu casa, papá, tiene jardín; esta casa no lo tiene; ésta –no te pongas cabezón, coño- no es tu casa.
Algo grave le había hecho Julián a la Parca para que lo tuviera olvidado, arrumbado, en aquella residencia. Todos los hombres son mortales, Julián; tú, Julián, eres un hombre; tú, Julián –no te apures- eres mortal –solía pensar cuando un chispazo de lucidez le iluminaba los ojos.
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Acabo de poner un comentario en la entrada anterior...que considero una reflexión a tener en cuenta...así que la enlazo con esta entrada nueva. Si la entrada anterior es de Aster y, normalmente, lo que escribe es bueno, pues como esta entrada es suya también, es buena. Diantres...que esto de los silogismos no funciona así. Me he pasado de estructura. Mira...es mejor decirlo en dos palabras que, en realidad son cinco: Aster...qué bueno es esto.
ResponderEliminarAquel invierno, al igual que el año anterior, por las tardes se sentaba feliz en el sofá de la sala a la espera de la visita. Los nietos miraban a la abuela con ternura. Otra mirada dirigida hacia los padres y el abuelo se convertía en un gesto de complicidad. Ellos habían llegado a entender la importancia que tenía para la abuela la llegada de aquel hombre. En la tele, el programa “Cine de barrio”. En uno de los cortes para la publicidad comenzaron a sonar los tonos de una melodía. Era la de esa música que empezó a parecerles música celestial. En la pantalla, bellos copos de nieve y un hombre calvo paseando por las calles. La abuela, feliz dando palmas con las manos y rebotando en el asiento.
ResponderEliminar-¡Ya ha venido! ¡Ya está aquí otra vez!
Era ya una de las pocas cosas que le hacían salir de su mundo interior, aparte, y ya solo de vez en cuando, de la presencia cercana de sus seres queridos.
Llegó el siguiente invierno. Un noviembre de lluvia y frio. La madre estaba haciendo la cena. Una música perturbo su quehacer. Unas lágrimas inesperadas resbalaron por su mejilla. De la televisión del salón llegaba la música del anuncio de la Lotería Nacional de Navidad. Allí sus hijos mudos, sin poder decir palabra. De nuevo una mirada de complicidad hacia la madre. El hombre calvo del anuncio había vuelto y la abuela no estaba allí para recibirle.
http://www.youtube.com/watch?v=5QVLKAGY4mc&feature=related
Gracias Aster por este micro. Te puedo asegurar que se podrán transmitir matices sobre la enfermedad pero sólo el que se ha aproximado a ella mantiene integras una multitud de sensaciones imborrables con el paso del tiempo.
Un besazo.
Qué curioso. Esta tarde me comentaba mi madre que había visto por la mañana a una señora de edad acompañada de un hijo y que éste le iba diciendo: "Venga mamá, repite conmigo: esta tarde voy a la peluquería y sé dónde está". Y así una y otra vez. Parece ser que la madre solo se reía.
ResponderEliminarAhora leo este micro, triste, todo hay que decirlo, pero magníficamente tratado como siempre, y lo relaciono con el episodio que me ha contado mi madre, y que no me había conmovido hasta este momento.
Un abrazo.
Aster magnífico y triste relato. Triste porque al leerlo se despierta la fibra sensible de quien ha conocido esta terrible enfermedad. El otro día, como contestación a un comentario de José Antonio, dije que unos ojos que gritan no se despegan del alma...los de esos chispazos de lucidez no se olvidan jamás.
ResponderEliminarEnhorabuena compañero.
Un fuerte abrazo.
Emilio, Alicia, Maribel, Mari Carmen: gracias.
ResponderEliminarComo veis, no estoy muy positivo últimamente. Estoy en esa desconcertante etapa en que aún no has terminado de criar a los hijos y empiezas a atender a tus padres: consulta arriba, consulta abajo.
Me da miedo no estar a la altura de las circunstancias y quizás estos relatos me sirvan de terapia.
Por vuestros palabras veo que me entendéis perfectamente: la complicidad de vuestros comentarios, el relato de Alicia...
Un abrazo.
Hola Aster,
ResponderEliminarEres un maestro en reflejar las incertidumbres de la vida humana. También eres un maestro de la imaginación: creo que escribirías un cuento con las instrucciones de uso de un champú. ¿Qué dices? ¿Que ya lo has escrito?
Un abrazo.
Gracias, José Antonio. ¿Un champú...? ¿Quién dijo miedo?
ResponderEliminarUn abrazo.