YA EN LA CALLE LA ÚLTIMA EDICIÓN DE LA NEVERA, EL LIBRO ABIERTO EN EL QUE PUEDES PARTICIPAR.

domingo, 11 de noviembre de 2012

LA CEGUERA DEL AMOR


Juan Carlos se había incorporado a trabajar en la sucursal de uno de los grandes bancos de la capital para cubrir una baja por jubilación anticipada. Dando tumbos, como un copo de nieve libre al viento, había rodado por trabajos mal pagados e inferiores a la categoría que poseía. Solo le reconfortaba la experiencia que había ido cogiendo en su trato cara al público, faceta en lo que presentaba más carencias. Con una personalidad bastante retraída, se había pasado todo lo que recordaba de su vida preparándose para labrarse un futuro bien asentado económicamente y en ello se había presentado en los treinta y ocho años. Por lo que sobresalía, ante todos los que podían romper la barrera  de protección por el mismo elegida, era por ser, además de tímido,una persona entrañable y honesta. Totalmente engullido en la misión de ir adaptándose al trabajo que se le presentaba por delante, no se fijó en una joven que, sentada en el departamento de enfrente, ejercía las tareas de auxiliar de administración. Entre ambos, la zona de paso y las mamparas transparentes, parte del mobiliario funcional del banco.  Con el paso del tiempo, se fueron sucediendo  miradas furtivas y las justas palabras como compañeros de trabajo.
Una mañana el director del banco les pidió que con gran premura preparasen juntos un informe de riesgos sobre un cliente. A lo largo de ese intervalo de tiempo casi infinito, los círculos de ambos estuvieron en una intersección mágica que exhalaba una multitud de sentimientos largamente contenidos. A punto de terminar el encargo, un par de folios resbalaron hacia el suelo. Juan Carlos tras recogerlos, y a causa del nerviosismo por la cercana presencia de Cristina, su compañera, no calculó distancias y al incorporarse se pegó un gran golpe en la cabeza contra la esquina de la mesa. Un doloroso quejido, el gesto automático de llevarse la mano a la cabeza y un ligero mareo, que intentó controlar tras comprobar que la palma de su mano estaba inundada de sangre, llevó a que su compañera le agarrase del brazo. Inmediatamente le sugirió ir a los lavabos para valorar la magnitud del golpe. Por el corto camino, tembloroso y titubeando, le confesó que era muy cobarde. Ya enfrente del lavabo, ella le aconsejó que se quitase las gafas para proceder a lavarle la herida  con abundante agua. Mientras Cristina procedía a ello, él se lamentaba que además estaba casi calvo. Tras comprobar que todo había sido un amplio rasponazo  habiéndose llevado por delante bastante superficie de piel, su compañera le animó a mirarse para que se relajase al ver que lo ocurrido no había sido para tanto. Juan Carlos, enfrente del espejo y cada vez más angustiado, le dijo que era muy cegato y que sin gafas no veía casi nada. Se puso las gafas. Pudo comprobar que, a pesar de lo aparatoso del golpe, la secuela simplemente era una gran marca superficial por cuyos poros seguían brotando puntitos de sangre. Cristina acudió a por el botiquín de urgencia y procedió a desinfectarle con disolución iodada. Entonces ella le aseveró que, afortunadamente,  había sido un incidente de poco alcance. Le miró y no le vio muy convencido. Le confesó que  bastante tenía con sentir las miradas sobre él cuando viajaba en el metro por sus exageradas orejas de soplillo para que además ahora también le mirasen por la gran postilla que le iba a salir en medio de la calva. Ella, intentando tranquilizarle, le dijo que mirándole de frente apenas se le apreciaba. Juan Carlos, tan callado que había sido siempre, en esta ocasión parecía tener respuesta para todo ¿Pero tú no te has dado cuenta que somos muy bajos? ¡Todo el mundo va a poder ver mi herida desde las alturas! A Cristina le embargó un momento de gran ternura mezclado con esas sensaciones que había percibido en el estomago desde tiempo atrás cada vez que adivinaba la mirada de su compañero escondida tras sus gafas de gordos cristales. Consideró que aquel era el momento para hacer lo que tantas veces había imaginado. Se acercó a él y ambos se fundieron en un apasionado beso.


El amor es el deseo de estar al lado de la otra persona para olvidar las respectivas soledades, buscando en ella no quien es si no quien hemos imaginado haber encontrado y con el tiempo poder conseguir que el pálpito de ambos corazones confeccione la partitura de la melodía que se necesita para caminar con ritmo por el rumbo que nos va llevando la vida.

 
*************************
*************************

14 comentarios:

  1. Los tíos somos unos blandengues. Por algo se os encomendó a vosotras lo de la procreación y lo de dar el primer paso. Eso sí, nosotros llevamos virtualmente los pantalones.
    Buen micro.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  2. Tu relato demuestra, Alicia, que el amor se esconde en cualquier rincón y que surge cuando menos te lo esperas. Una historia tierna, desenfadada y con un punto de humor que me ha gustado.

    Feliz domingo (o lo que queda de él).

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Jose, no me gustan mucho las generalidades ni los encasillamientos ya que entre vosotros de todo hay. Respecto a lo de la procreación, acaso nos tocó por el azar ja,ja,ja. Aunque la verdad es que cada vez estoy más convencida de que el sexo masculino debe de tener algún gen que os lleva a tener el umbral del dolor bastante más bajo.

    Me alegro que hayas llegado hasta el final, esta vez creo que me he pasado. Si sigo un poco más casi hago una novela ja.ja,ja.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  4. Maribel, creo que la combinación de amor con humor es un buen cóctel que palía el dolor. Por otro lado, te he de decir que este relato jamás hubiese existido de no haber sido por ese punto de humor que te ha gustado.

    Fue un domingo pasado por agua pero feliz.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Alicia, muy gráfico, lo estoy viendo y , ay!!
      Pobre Juan Carlos, hoy igual si que se ríe, pero el otro día...
      Bueno nos quedaremos con la parte del humor y los buenos compañeros.
      un placer trabajar en buena compañía.
      Un abrazo
      Arantza

      Eliminar
    2. Arantza, no te haces ni idea de la ilusión que me hace ver que encontraste el camino de llegada a esta pista helada pero con corazones templados. Bienvenida a La nieve, estás en tu iglú.

      En los textos es muy raro que no aparezca parte de la realidad de quien escribe. Unas veces es externa, como la parte más humorística de este relato. Otras veces es la interna, esa en la que el escritor entre lineas va descubriendo el alma sin casi percibirlo. Si a todo ello se le añade imaginación y tiempo, se puede intentar hacer un buen relato. Mis compañeros de camino, con libros ya en el mercado, son mucho más expertos en la materia y lo contarían de forma más profesional ja.ja.ja.

      El placer es mío por haber tenido la suerte de que te hayas cruzado en mi vida.

      Un abrazo.

      Eliminar
  5. Alicia no cabe duda de que en cualquier momento los golpes pueden acabar con la inhibición.
    El arrojo no tiene horario.

    Abrazos al tipo de cambio.

    ResponderEliminar
  6. Sergio, acaso a veces se necesiten desencadenantes para expresar una emoción en forma de amor, amistad, arte,...Y sin niguna duda, no hay horario para ello.

    Abrazos hasta Oporto.

    ResponderEliminar
  7. Buen relato, compañera.
    Y, sobre todo, muy personal. Creo que a los profes, se nos escapan trazos de tiza sin darnos cuenta. Hablamos y escribimos didácticamente: contamos los hechos en progresión, especificamos: "procedió a desinfectarle con solución iodada".

    Un besazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Aster, me alegro que te haya gustado. Al final, a ver si voy a tener mi propio estilo... Es cierto lo que dices de que en nuestro devenir se nos suele notar mucho que consumimos tiza, mi hijos me lo repiten muchas veces ja,ja,ja.

      Un abrazo.

      Eliminar
  8. Yo he tenido mucha suerte, la partitura sigue aumentando los compases a ritmos distintos, da igual binarios como hemos sido muchos años, como cuaternarios que somos ahora con los dos peques. Un beso y un café.

    ResponderEliminar
  9. Pues me alegro que la melodía siga sonando. Disfrutad de los peques, crecen a un ritmo vertiginoso, te lo aseguro.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  10. Pobre Juan Carlos… Me ha dolido hasta a mí :-) Pero no hay mal que por bien no venga. Ahora ya ha encontrado a alguien que le de otra prospectiva de la vida, más alegre, más autentica.

    Buen relato, Alicia, con un buen ritmo y muy visual. Felicidades.

    Besos y abrazos.

    ResponderEliminar
  11. Gracias Mari Carmen. Me alegro que casi se vea como yo lo vi.
    Un abrazo

    ResponderEliminar