Durante esta semana pasada el País Vasco, al igual que muchas otras comunidades, se ha
visto sumergido en los efectos de en un frente frio que ha hecho que lo hayamos
podido ver cubierto por un gran manto de nieve incluso a cota cero sobre el nivel del mar.
Este hecho nos
ha permitido hacernos con una colección de bellas imágenes.
Asimismo, también
nos producido sensaciones contrapuestas.
Por un lado, nadie pone en duda la belleza de la nieve
así como de las diversas manifestaciones que nos regalan las bajas temperaturas
que le acompañan.
Dejar las huellas en esa inmaculada inmensidad blanca es un
lujo que, habitualmente, no se nos está permitido sin tener que desplazarnos en coche a la
montaña. Es por ello que sentir los copos sobre nosotros según sale uno de su
casa nos hace retrotraernos atrás en el tiempo cuando las nevadas eran más
habituales y era muy fácil alcanzar cotas de nieve de siete centímetros a pie de calle e escasos metros del mar. A mí
también me ha hecho recordar las katiuskas de goma que se hacían indispensables para ir
a la escuela.
Y, cómo no, la tentación a dar forma al clásico muñeco de nieve.
Por otro lado, hemos sufrido el colapso de carreteras y
autopistas ya que, a pesar de las previsiones, todos hemos podido comprobar cómo
compañeros de trabajo no eran capaces de llegar en su horario laboral e incluso
algunos familiares, habiendo llegado,
tenían problemas a la hora de volver a casa. Mi marido se vio atrapado
cuatro horas en un gran colapso hasta que consiguieron limpiar de nieve y de
vehículos atravesados el corredor del Txorierri.
La verdad es que los que somos privilegiados y podemos llegar a
nuestro trabajo en metro hemos sido conscientes de las ventajas de este transporte
público ya que los autobuses han tenido muchas dificultades para mantener algunos
servicios.
Pasado ya el temporal de nieve, dejo nuestra huella en la misma y unos cuantos
refranes. Al parecer, tras estos intensos copos de nieve,en la sabiduría de los pueblos reza el augurio de buenos
tiempos venideros.
Año
de nieves, año de bienes.
Buena
es la nieve que a su tiempo viene.
Lluvias
y nieves por febrero son augurios lisonjeros.
Helada
de enero, nieve de febrero, aires de marzo y lluvia de mayo dan hermoso año.
Nieve en febrero, hasta la siega el
tempero.
Por
San Blas, la cigüeña verás, y si no la vieras, año de nieves.
Lo cierto es que nos guste o no, el tiempo atmosférico es el que es. Sólo la prepotencia humana es capaz de cambiarlo, y nunca para el bien común. Así pues, alegrémonos de corazón, sin necesidad de poner buena cara al mal tiempo, porque el único 'mal tiempo' que existe es el que no existe.
ResponderEliminarPreciosa entrada, Alicia.
Un abrazo.
Que maravilla poder contar con esa sabiduría tuya, Esther. La refexión sobre lo de que "el mal tiempo" es la ausencia del mismo me ha parecido magistral.
EliminarUn abrazo atemporal.
Viendo las hermosas fotografías que nos traes, Alicia, me pregunto: ¿de qué nos quejamos en Alicante? A lo largo de estos días, he visto a la gente temblar y maldecir por la calle a causa del frío. Yo incluso he soltado algún taco. No estamos acostumbrados a las bajas temperaturas. Quizá todo sea cuestión de actitud... y buenos abrigos.
ResponderEliminarUn cálido abrazo.
Jose, pues ni te cuento ahora. Estamos que nos ahogamos con el temporal de lluvia. Esto es el norte y el precio por unos parajes naturales preciosos. Este invierno está siendo especialmente durillo. Ahora que, como tú bien dices, todo es cuestión de actitud y buscarle a todas las situaciones su encanto.
EliminarUn abrazo cantando bajo la lluvia.
Preciosas fotos, Alicia, pero para verlas así, en la pantalla, y disfrutar de su encanto. Yo este invierno estoy harta de frío, ya no sé los resfriados que llevo, uno detrás de otro, y ahora mismo de nuevo estoy con recaída. Espero que, al menos, como dicen los sabios refranes, todo sea para bien.
ResponderEliminarUn abrazo.
Bonitas imágenes, Alicia.
ResponderEliminarLa nieve en La Nieve.
Gracias