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viernes, 4 de noviembre de 2011

La amabilidad de los extraños


Una pregunta. En el momento de la entrega del premio le haremos una pregunta –le dijo la joven tras darle la enhorabuena.

Se olvidó de ella –de la pregunta- en un primer momento; había que atender a los medios que, a la mañana siguiente, daban cuenta del triunfo de su novela, La amabilidad de los extraños.

Una pregunta. Le haremos una pregunta –recordó tras el revuelo informativo y sintió un sudor frío y ridículo. Un trámite; está claro que será un puro trámite –se tranquilizó.

Pero la respuesta deberá ser ingeniosa y contenida a un tiempo; emocionada pero convincente –se angustió.

Durante la larga semana que faltaba para el acto, el autor anduvo ausente, pensativo, intentando adivinar cuál sería la cuestión que le plantearían. Lo más razonable es que le pidieran alguna información sobre la fuente del relato, su estado de ánimo tras aquella distinción, los nuevos proyectos. Claro que –se le ocurrió el miércoles en un momento de clarividencia mientras abría un yogur desnatado- puede tratarse de una última –y definitiva- prueba. Quizá, si no respondo correctamente, no me den la estatuilla ni los cincuenta mil euros.

Eso es: me pondrán en un brete –se convenció el jueves y llamó diciendo que se encontraba indispuesto y que quizás tendría que acudir algún familiar o amigo personal en su lugar.

Su presencia es inexcusable. Será algo rápido; no se preocupe. Se le hará una pregunta, dos a lo sumo; una sencilla pregunta y todo habrá terminado -le aseguraron.

Parecían hablar de una operación; de una ejecución casi.

¿Cuál es la pregunta? –estuvo a punto de –valga la redundancia- preguntar, rogar, implorar, pero se contuvo a tiempo.

Tuvo que atiborrarse de ansiolíticos para consumir las últimas horas. Llegó hasta el palacio de Congresos demudado, en una especie de nube desde la que escuchaba enrarecidos enhorabuenas y halagos.

Sin embargo, al ser llamado al escenario caminó con una entereza, con una convicción que ni él mismo se esperaba. Se aproximó al presentador y le arrebató bruscamente el micrófono:

Helsinki, la respuesta es Helsinki –dijo a las personalidades del estrado; dijo vuelto hacia el público, cegado por los focos.

Sí. Helsinki... sin duda. Helsinki.


Aster Navas

12 comentarios:

  1. Aster, tu relato bien podría haber formado parte del recién celebrado Halloblogween. Dejando aparte todos esos terrores, miedos, desasosiegos, escalofríos,…que van unidos a la imagen de la muerte, por lo que a veces conlleva de sufrimiento y pérdida, otra de las sensaciones de angustia que se puede percibir es la de ese posible salto sin red que nos podemos encontrar a veces a lo largo de nuestra existencia, tal como le ha ocurrido al protagonista de tu relato. Esto puede ocurrir por varias razones, bien propiciado por personas que con su interacción solo buscan crecerse ellas mismas utilizando para ello el banal recurso de minimizar las capacidades u opiniones del de al lado, bien por esos demonios del pasado que a veces nos persiguen como consecuencia de una mala experiencia, como resultado de posibles desajustes de comportamiento… Ambos sabemos la importancia del ejercicio diario de ir poniendo redes a nuestro alumnado y a nuestros hijos cuando les toca participar en alguna actividad delante de sus compañeros. No hay sensación más frustrante que alguien te lleve a la percepción del ridículo, ignorancia, impotencia, vergüenza,…y, aún peor, que eso ocurra en público.

    Quisiera yo saber qué pregunta se le había pasado por la cabeza al escritor para dar la respuesta de Helsinki. Bueno, mejor dicho, quisiera saber que se te ha pasado a ti por la cabeza para que la respuesta fuese precisamente Hlesinki ja,ja,ja.

    Un besazo.

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  2. A ver si soy capaz de dejar un comentario con el iPad recién estrenado.
    Creo, Aster, que va a ser mejor no presentarse a ningún premio por si acaso, jeje. Aunque los cincuenta mil euros bien valen un Helsinki. Lo arreglaremos con tila si es que nos pasa alguna vez.

    Abrazos.

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  3. La pregunta era: ¿En que famoso bandido se basó su relato? Él la había adivinado y dijo lo correcto. Solo que los medios la transcribieron, ortográficamente mal. El escritor, nervioso pero seguro de lo que contestaba, dijo:
    - El Sinki, amigos, El Sinki.

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  4. Maribel: creo que tienes sobrada experiencia en este tipo de eventos. Saldrías muy bien parada;-)
    Un besazo.

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  5. En fin, Alicia.
    Los miedos, la angustia. El micro lleva, sin más, una situación al extremo. Desbordado, el escritor sólo quiere salir del paso.
    Un besazo.

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  6. Como ves, Carlos, donde menos se piensa salta el micro.
    Un abrazo.

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  7. Dios, Aster, cómo le entiendo. La vergüenza y el miedo pueden jugar malas pasadas delante del público, y si a eso se sumas la responsabilidad puede ser una bomba de relojería. Por le menos se le ha entendido la respuesta, yo lo hubiera dicho tan rápido que se hubiera escuchado helski jajaja

    No os imagináis la envidia que me da el aplomo de las personas ante el público.

    Buen relato, Aster y, por mi experiencia, real como la vida misma.

    Besos y un fuerte abrazo, echaba de menos leerte.

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  8. No sé por qué te echaba de menos, Aster.
    Retratas las inquietudes cotidianas con el humor y claridad que te caracterizan. ¿Quién no se "caga en los pantalones" ante un público de más de tres personas, y más cuando pasamos tantas horas delante del ordenador, escribiendo.
    Yo lo admito: no soy buen orador ni buen "oracionador".

    Un abrazo.

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  9. Gracias, Mari Carmen.
    Yo también echaba de menos escribir.

    Un abrazo XL.

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  10. Gracias, José Antonio.
    A veces el día a día nos desborda. Pertenece a esos micros que sacan punta a las palabras y a las frases.
    Un abrazo XL

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