
Cuando tomé en mis manos la
última novela juvenil de Maribel Romero Soler, El
último truco de magia, obra finalista el año pasado en el
Premio Edebé de Literatura Juvenil, ya intuí que la belleza, el brillo y la
luminosidad de la obra de Sorolla que adorna la portada me iban a acompañar a
lo largo de la lectura de la misma. En
el instante que la pintura del genial artista valenciano, Paseo
a orillas del mar, toma sentido en la novela, pensé
en todo lo que necesita un escritor para llegar a trascender a lo largo del
disfrute de sus obras. No sólo saber escribir bien sino tener la genialidad de
buscar temas originales e impactantes para ir desarrollando. Vamos, la tan
llevada y traída creatividad. Crear una idea, crear un personaje, crear un
entorno, crear una vida y hacer que la misma vaya arraigando diversos tipos de
sensaciones en el lector, ternura, emoción, empatía, desconcierto… Pues eso es
lo que nos va cautivando en esta obra. Desde los primeros capítulos el lector se ve abocado a
rendirse ante la trama de la maravillosa historia que se avecina,
convirtiéndose en cómplice por tener en sus manos parte de la clave del
posterior desarrollo de la novela.
Si hay
algo que Maribel siempre ha cuidado en sus obras ha sido la importancia de la
educación en valores. En la definición de los perfiles de los personajes van
apareciendo, entre otros aspectos, la solidaridad, la tolerancia hacia la
diversidad, ese punto de riesgo y búsqueda innata de nuevas aventuras tan
típicos de la adolescencia, el amor, el respeto a los mayores, la importancia
de la familia y la relación entre hermanos, la amistad, la vejez, la
decadencia, todo ello amalgamado con sutiles pinceladas de ironía y humor.
En
las descripciones de las escenas, así como las de los diferentes lugares en los
que van sucediendo los acontecimientos, toma gran valor la impecable
adjetivación y puntuación de los textos, así como ese dominio del lenguaje que
lleva a nuestra compañera a encajar palabras y frases como si se tratase de un
perfecto puzle.
Madrid anochecía con la elegancia de una reina vestida de
duelo.
La
boca seca como un corcho y las mejillas ardientes como brasas.
El otoño ya se había instalado en la ciudad como un invitado
de lujo, disfrutando de todos los rincones a su antojo. De sus cuerpos irradió
una energía que podría haber detenido un choque de trenes.
Maribel,
como por arte de magia, va hilvanando los personajes con gran naturalidad y sin forzar
situaciones extrañas, como si cada uno fuese el vértice de un polígono
perfecto. Esto hace que cada vez la novela nos vaya enganchando más. A la vez,
nos pone a prueba a la hora de ir imaginando cómo devendrán los posteriores
acontecimientos. Me ha gustado
mucho cómo Maribel lleva al lector por el camino que ella va trazando, haciendo
ver que la trama argumental va encajando como un guante de goma espolvoreado
con polvos de talco, pero aún me ha gustado mucho más cómo le deja espacio para
que vaya recorriendo por sí mismo la historia, o para que recorra con su
imaginación otras historias paralelas.
En definitiva, no puedo sino constatar lo que un jurado
decidió en su momento. La novela reúne todos los ingredientes para tener
atrapado al lector desde el principio. Bien pudiera haber sido la ganadora. No
dudéis en haceros con ella.