Además, un paseo bajo los tilos, con hojas en forma de corazón y de colores ya cambiantes, me había permitido disfrutar de una abundante lluvia de semillas voladoras, flores olorosas en el mes de junio y ahora convertidas en ocaso de una vida para intentar ser amanecer de otra. Estas semillas se confundían con las incipientes hojas caducas cuyo color canela mostraba un bello contraste con el manto verde del cesped.
El pasado día 22 de septiembre por fin daba comienzo el otoño astronómico. Con la llegada del equinoccio de otoño, en el que la duración del día y de la noche prácticamente coincide, comenzaba la disminución del periodo de luz solar disminuyendo cada día en tres minutos el tiempo que el sol está sobre el horizonte. La casualidad o la causalidad, quién sabe, hicieron que justo al día siguiente de recibir esta estación se nos presentase la oportunidad de acudir a un avistamiento solar en plena Reserva de la Biósfera de Urdaibai.
La actividad del Sol se caracteriza por la presencia en
su superficie de manchas, fulguraciones y protuberancias. Esta actividad sigue
un periodo de aproximadamente 11 años y está asociada al ciclo magnético del
Sol. Actualmente nos encontramos en un ciclo solar que se espera que llegue a su máximo en mayo de 2013. Según las
estimaciones realizadas, durante este
otoño el número de manchas solares iba a ser abundante y se nos presentaba
la ocasión de ser testigos de tal fenómeno.
Cerca de las 11:00 de la
mañana llegábamos al Centro de la Biodiversidad de Euskadi que, en colaboración con la Agrupación Astronómica Vizcaína y de la
mano de Eduardo Rodríguez, se había encargado de organizar una charla previa para explicar conceptos básicos sobre nuestra
estrella y así entender mucho mejor la observación del Sol a través de
telescopios.Sobre las 12:00, hora en la que comenzaba el avistamiento, el cielo se mostraba totalmente cubierto. Eso no desairó a los astrónomos que fueron montando los cuatro telescopios a la espera de que el astro rey nos regalase con su presencia. Sobre las 13:30, parte de las nubes se disiparon y unos claros permitieron que comenzara la observación solar a través de telescopios equipados con filtro de luz blanca para observar las manchas solares, y filtro hidrógeno-alfa para ver las protuberancias del Sol.
Difícil es transmitir las sensaciones de tales imágenes. Fue como intentar sorprender al sol sin la protección que le dan la vestimenta hecha a base de rayos luminosos. Vimos perfectamente las manchas, más o menos intensas según la potencia, enfoque y tipo de telescopio. Nos fuimos con bastantes cosas aprendidas. Emilio y Eduardo, muy instruídos en cuestiones astronómicas, se encargaron de ello.
La que no se nos olvidará es que las manchas oscuras se divisan por ser zonas de menor temperatura, 4500 ºC frente a los 6000ºC resultado de la gran energía que se desprende de las reacciones nucleares que se suceden.
Para que que os hagáis una idea de lo que vimos, inserto imágenes de ambos tipos de telescopios tal como se estaba viendo hoy. Se pueden percibir las manchas en la primera imagen y las fulguraciones en la segunda.
Decía el poeta Álvaro de Campos (Fernando Pessoa) que somos lo que miramos. El pasado domingo hicimos un intento de poseer más luz, de verlo todo más claro, para de ese modo poder equilibrar esa oscuridad y esa melancolía, acorde con la siguiente melodía de Schubert, que nos van poseyendo por la recién llegada estación otoñal.